domingo, 3 de abril de 2016

«El simple acto de nombrar», de Florencio Quintero





Concibo un plan para tenerte toda mía. Comienzo por nombrar cada uno de los pliegues de tu cuerpo, como si con ese simple acto me fuese apropiando de cada palmo de piel. Llamo a tu pómulo izquierdo osadía y al derecho perdón. Al tenso telón de tu vientre le digo sueño y al vellón de tu sexo quietud. A tu clítoris perplejidad y a tus nalgas las hermanas lúbricas. Asombro y deleite son tus pezones y lagunas de infinito son tus ojos. Y así voy una a una con todas tus minucias, todas tus grandezas, todas tus armoniosas imperfecciones. Me voy consustaciando con las palabras y con tu cuerpo como si al nombrarte te hiciese el amor. Entonces mis palabras se van alternando, ora quedas, ora raudas, vertiginosas. Al llegar al orgasmo del lenguaje, cumpliendo con el cliché, digo tu nombre. Volteas, te ríes, me observas y me preguntas: ¿por qué sudas tanto cada vez que escribes en la computadora?

 
texto perteneciente a Muchedumbre de uno (2011)

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