Concibo un plan
para tenerte toda mía. Comienzo por nombrar cada uno de los pliegues de tu cuerpo,
como si con ese simple acto me fuese apropiando de cada palmo de piel. Llamo a
tu pómulo izquierdo osadía y al derecho perdón. Al tenso telón de tu vientre le
digo sueño y al vellón de tu sexo quietud. A tu clítoris perplejidad y a tus
nalgas las hermanas lúbricas. Asombro y deleite son tus pezones y lagunas de
infinito son tus ojos. Y así voy una a una con todas tus minucias, todas tus
grandezas, todas tus armoniosas imperfecciones. Me voy consustaciando con las
palabras y con tu cuerpo como si al nombrarte te hiciese el amor. Entonces mis
palabras se van alternando, ora quedas, ora raudas, vertiginosas. Al llegar al orgasmo
del lenguaje, cumpliendo con el cliché, digo tu nombre. Volteas, te ríes, me
observas y me preguntas: ¿por qué sudas tanto cada vez que escribes en la
computadora?
texto
perteneciente a Muchedumbre de uno
(2011)
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