Douglas Bohórquez
«La postulación de un nuevo canon en el cuento modernista» (2007)
«La postulación de un nuevo canon en el cuento modernista» (2007)
«[En "El diente roto"] se revela la ironía y escepticismos propios de su escritura» (p. 65).
Julián Padrón y Arturo Uslar Pietri
prólogo a Antología del cuento moderno venezolano (1895-1935)
«Pedro Emilio Coll en formas más castigadoras y sutiles, parece buscar las normas de la novela filosófia del siglo XVIII y su eco en Francia. Su posición es única en nuestras letras y sólo mucho tiempo después aparece Julio Garmendia que parece querer acompañarlo con La tienda de muñecos».
Jesús Semprum
«Del modernismo al criollismo» (1921)
Pedro Emilio Col, que andando el tiempo había de adquirir uno de los estilos más sencillos, diáfanos y puros que pueden encontrarse en nuestra América, curábase entonces poco de la elegancia del lenguaje, cuidando con preferencia de su claridad y de su lógica
Mariano Picón Salas
Pedro Emilio Coll
«Pedro Emilio Coll será el crítico y el guía de este generación del 95. Nacido en Caracas en 1872 y muerto en 1946, la breve, pero muy concentrada obra literaria de Coll (Palabras, El castillo de Elsinor, La escondida senda) es una de las más finas glosas que un venezolano haya dedicado al espectáculo del mundo y de la cultura finisecular, y a este sensibilidad un tanto mórbida, turbada y ansiosa, con que los hombres del último medio siglo han sufrido y expresado una época de extremadas tensiones espirituales» (p. 139)
«Nadie ha sabido recoger como él el color y el ambiente de algunos momentos venezolanos; crónicas y recuerdos suyos como los que ha dedicado a los últimos días de la autocracia de Guzmán Blanco y al despreocupado libertinaje de la época de Andueza Palacio, cuando Caracas pretendió ser un país tropical con cafés, cantantes, largas temporadas de ópera, coches y caballos importados, revelan en Pedro Emilio una frustrada vocación de novelista» (p. 139)
«Temperamento muy armonioso y equilibrado, supo librarse de los falsos adornos de la época modernista y logré el secreto de una prosa tan clara, justa y persuasiva» (p. 139)
«Si la literatura de Pedro Emilio Coll aspira, sobre todo, a ser una literatura de ideas, la de otros de sus contemporáneos, Manuel Díaz Rodríguez, señala una singular ambición estética» (p. 141)
«Él alzará un hermoso laude a la memoria de Antonio Paredes, el arrogante guerrero sacrificado por Cipriano Castro; y los protagonistas de sus más famosas novelas (Idolos rotos, Sangre patricia) son individualidades exaltadas, profundas neuróticos, que, cuando no pueden embriagarse en la acción, cuando fracasan en su choque con el mundo, anhelan hacerse una vida personal, única, que de ningún modo se parezca a la de los hombres comunes. El Arte, es, en todo caso, la más alta justificación moral de una vida» (p. 141)
Luis Beltrán Guerrero
«Desterrado de Atenas» (1981)
«Al confirmar el fino espíritu y la formación grecorromana, a más de francesa (siendo Francia la nueva Grecia) de Pedro Emilio, permítaseme, sin embargo, negar que haya padecido nunca de ostracismo en su Caracas, criollo universal como era, y no nacionalista exclusivo como Urbaneja Achelpohl, o griego extranjerizante siempore como Pedro César Domínici, sus otros compañeros de Cosmópolis, el nombre sthendaliano sugerido por la novela de Bourget que sirvió de bandera a la famosa revista 1894» (p. 245)
«El juego de relaciones entre esos escritores frente al problema de lo autóctono, ha sido muy bien observado por Rafael Angel Insausti –Urbaneja, la tesis; Domínici, la antítesis; Coll, la síntesis- juego que se repiten en su trayectoria humana, pues Urbaneja no sale nunca del país, Domínici se aleja desde su juventud hasta la muerte, salvo un interludio vacacional de 1933; y Coll hará su primer viaje a Europa en 1987, regresará en 1899; volverá en 1915, regresará en 1923… y así para morir el 20 de marzo de 1947, en esta Caracas que tan fresca y donosamente describió en sus crónicas, y donde había nacido un 12 de julio de 1872» (p. 245)
«Pedro-Emilio Coll fue un crítico creador, cuya orientación, ajena a escuelas y exclusivismos, sujeta a la impresión sujetiva ayudada por la educada reflexión, nos dejó un magnífico saldo espiritual, si se aprecia por las conciencias que removió y remueve desde sus notas de lector, en las que la modestia del oficio declarado, oculta la capacidad de exégesis y la riqueza de sugestiones intelectuales» (p. 247)
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