viernes, 18 de marzo de 2016

La fiesta


de David Alizo
publicado en Griterío (1968)



ESTA TARDE, después del colegio, me encontré con Mercedes. Me ha dicho que los muchachos de la esquina caliente están preparando una fiesta en su casa, para el sábado próximo. Me dijo que Juancho anda recogiendo cinco bolos por cabeza para comprar las bebidas y pastelitos (los de Herminia, la de la Avenida Páez, son los mejores) y frutas para hacer una tisana, además de un poco de otras cosas que sean necesarias para la fiesta del sábado próximo. Mercedes anda como loca, para arriba y para abajo, avisándole a todo el mundo; pero si Juancho no cobra los cinco bolívares, la fiesta no va a resultar.
            Yo le pedí a Mercedes que me enseñara la lista de los invitados, no porque me interese
saber quiénes van y quiénes no van, sino porque quiero ver si las “toritas” están en la lista, Marujita especialmente porque la Elsa es como fofa (inconsistente), en cambio Marujita… No es que yo tenga algo en especial contra la Elsa, pero es que siempre es tan asomada, hablando de su papá, de las Selecciones del Reader’s Digest, de ella cuando estaba pequeña que decía perióquido y piscología y otras cosas parecidas a perióquido y piscología. Además, Gustavo Julio me dijo que el domingo pasado había ido por su casa y ella y que le dijo que no podía hablar con él porque estaba oyendo las carreras de caballos con su papá, el señor Toro (también oye los juegos de baseball y el boxeo y la lucha libre cuando la trasmiten por radio), porque el señor Toro siempre anda con el papel del 5 y 6 en la mano, toda la semana, y los sábados cuando uno sale del cine o de una fiesta el señor Toro está pegado a la casilla donde sellan los cuadros, oyendo los últimos datos de última hora, de último momento, porque le parece que si no espera hasta el último momento no va a ganar. Pero yo nunca he oído que el señor Toro ganara alguna vez. Tío Arnoldo  –que es un loco– dice que el 5 y 6 pone ciega a la gente y la vuelve bruta para toda su vida y es en lo único que está de acuerdo con papá o papá con él, porque yo oí que una vez le dijo a mamá que eso era una estupidez y tío Arnoldo agregó algo como alineados (no exactamente alineados; él dijo: solo juegan los alienados).
            Mercedes me dijo que no cargaba la lista.
            Pedíselá a Juancho ha dicho, y me dejó porque andaba apurada con no sé qué lío de una torta y su hermano.
            Yo salí disparado inmediatamente para la esquina caliente. Luis estaba con Gustavo Julio y con El Perico y con Elio. Eran las cinco de la tarde.
            Vi a Mercedes dije por decir algo o por decir algo para ver qué me contestaban. Pero se me acercó Luis ronroneando como un gato bravo.
            Dejá los chistecitos me dijo, y se me acercó, creo, no con muy buenas intenciones. La Ramírez es asunto mío.
            Elio me miró y dio un paso hacia nosotros y comenzó a contamos lo del hermano de Mercedes con la torta de cumpleaños, y aunque la cosa es para reírse no deja de ser lamentable, porque si la mamá de Mercedes se enfurece creo que no habrá fiesta, por lo menos este sábado. Elio dijo que a Mercedes le había encargado su mamá ir a buscar una torta donde las señoritas reposteras que viven al lado del Edificio Suerte, donde está la farmacia del papá de Esteban; pero como ella anda como loca con la fiesta del sábado próximo, para arriba y para abajo, avisándole a todo el mundo, como para simplificarle el trabajo a Juancho (o no para simplificarle el trabajo porque alguien tiene que avisarle a las muchachas e invitarlas como debe ser), mandó al hermano y el hermano (menor) fue a la casa de las señoritas reposteras y buscó la torta y se regresó inmediatamente en dirección de su casa, como le había dicho Mercedes que hiciera y por eso le iba a dar un real o un real y medio; pero el hermano (¿cómo se llama? ¡Bueno!) se detuvo en la Iglesia para ver un entierro –¡con la torta en la mano!– y cuando el cura terminó siguió con la gente del entierro hasta el cementerio, y una vieja que lo vio llamó a su casa por teléfono y le dijo que (Simón se llama) Simón andaba con una torta en un entierro, o que andaba en un entierro con una torta y que por eso la llamaba para que supiera. Entonces la mamá de Mercedes pasó hecha una fiera por la esquina caliente y le preguntó a Gustavo Julio (ella quiere mucho a Gustavo Julio) por Mercedes y él le dijo que no sabía dónde estaba aunque sí sabía porque él le pidió que fuera a la casa de las “toritas” y las invitara a la fiesta, y la mamá le contó lo que le había dicho la vieja cotorra y lo que ella suponía de todo el asunto del hermano (menor) para que fuera a buscar la torta a la casa de las señoritas reposteras; también le dijo que quién se iba a comer una torta que había andado en un entierro, contaminada –es posible– con la probable tuberculosis del muerto.
            ¡Pronto una infección! comentó El Perico, muy serio, por encima del hombro de
Elio. ¿Por qué no?
            —Y por qué tiene que ser tuberculosis —dice Gustavo Julio. A lo mejor se murió de un remordimiento y ahora dicen que es tuberculosis, ¿por qué?
            —Casi siempre es tuberculosis —ha dicho El Perico, asomándose otra vez por encima del hombro de Elio—. Esa gente se muerte así.
            ¿Cuál gente? -pregunto yo.
            Sí, es verdad Elio ahora, no sé por qué, pero siempre se mueren así, de tuberculosis o algo parecido.
            ¿Quiénes son los que se mueren? —insisto.
            ¿Cuál catarro? dice El Perico. Mirá Elio, este dice que fue un catarro.
            Llegó Juancho muy agitado con el cuento del hermano de Mercedes; que la mamá ha
bañado en alcohol a Simón y ha tirado la torta en el pote de basura. También nos dijo que Mercedes contó en casa de las “toritas” lo que pasó y que el señor Toro les ha prohibido ir a la fiesta.


lunes, 14 de marzo de 2016

El episodio del nostágico

de José Antonio Ramos Sucre




Siento, asomado a la ventana, la imagen asidua de la patria.
La nieve esmalta la ciudad extranjera.
La luna prende un fanal en el tope de cada torre.
Las aves procelarias descansan del océano, vestidas de edredón.
Protejo, desde ayer, a la huérfana del caballero taciturno, de origen ignorado.
Refiere sobresaltos y peligros, fugas improvisas sobre caballos asustados y en barcos náufragos. Añade observaciones singulares, indicio de una inteligencia acelerada por la calamidad.
Duda si era su padre el caballero difunto.
Nunca lo vio sonreír.
Sacaba, a veces, un medallón vacío.
Miraba ansiosamente el reloj de hechura antigua, de campanada puntual.
Nadie consigue entender el mecanismo.
He espantado, de su seno, las mariposas negras del presagio.


lunes, 7 de marzo de 2016

Ah rigor

de Ramón Palomares 
 
 
a Luis García Morales 
 

No pues no vaya a creer Y cómo no me voy a acordar
Tanta noche con luna! Tanta guitarra! Y las ventanas perfumadas 
y vos llena de lirios Y los lirios en un decir
                                      Amor!"
Todos los árboles de la plaza Los bancos de la plaza La iglesia 
los caminos
                El pozo Albor... 
Oíme Oíme
Yo siempre estoy pendiente:
                —Dónde estará Qué estará haciendo Se acordará de todo?
                ¡Ah rigor!
 
  

(Adiós Escuque, 1968-1974)